Es preciso soñar
“Hermana, falta mucho para llegar al triunfo. El camino es largo y el presente incierto ¡El mañana es nuestro! No te quedes a la vera del camino. Sacia tus pies en este polvo eterno”, Ernesto Che Guevara, para Helena Leiva de Holst, Diciembre de 1954
Hace un tiempo fui al Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires a ver la muestra de Edgardo Giménez. “No habrá ninguno igual”, se llamaba. Mágica: arcoiris, toboganes, escenarios multicolor, muebles, objetos, luces, sombras; los personajes de Alicia, la del país de las maravillas, en el living de Romero Brest; monos danzantes con tutú y bananas, selvas pintadas. Fue como entrar a un mundo paralelo, imaginario, con “licencia completa” para el goce.
Salí de la sala, me perdí entre pasillos. Topé con un cartel que invitaba a “Transformar lo social”. Paré y leí: “Mundialmente los años 60 constituyeron una década convulsa que determinó transformaciones radicales en términos sociales, políticos y culturales. Manifestaciones obreras, revueltas estudiantiles, enfrentamientos militares y movimientos populares formaron parte de este escenario. En Latinoamérica comenzó un período de convivencia entre las dictaduras y el reclamo de colectivos e individuos aliados frente a la aplicación sistemática de la violencia”. Dejé de leer, entré. Me iluminó el rostro del Che en la obra “Guevara” de Claudio Tozzi, como la Marilyn de Warhol pero distinto.
Guevara, 1968. Tintas industriales sobre eucatex
Tozzi, quien además de ser artista luchó activa y organizadamente contra el golpe cívico militar que tuvo Brasil en 1964, dijo en alguna entrevista: “Bajo la dictadura militar implantada en Brasil en los años 60 y 70 los artistas organizamos importantes exposiciones colectivas y manifestaciones de protesta en defensa de la libertad de expresión. Las artes plásticas, el cine, el teatro buscaban nuevos lenguajes y nuevos espacios para expandir sus actitudes contestatarias, como el espacio urbano que albergaba exposiciones y manifestaciones colectivas. La intención era que cualquier persona que lo viera pudiera leer algún mensaje transgresor”.
Me paré frente a la obra y recordé el conejo de Alicia nadando en una taza en la sala espejada de Gimenez. Me pareció genial la capacidad del Pop. En 1965, el crítico Pierre Restany, para hacer referencia a la estética particular en nuestros pagos, dijo que en Buenos Aires nacía un “pop lunfardo”. Los 60 y los 70 fueron todo, dictaduras, resistencias, luchas, revoluciones, creación heroica, acción, militancia, vanguardias, arte y su peculiar capacidad de inspirar al mismo tiempo felicidad, goce, dolor, cambio y también revoluciones.
Volví al Che, vibrante sobre la multitud, vivo y multiplicable. Todo revolucionario busca la dicha, pensé; la felicidad de la humanidad y, esto es algo muy profundo, no hay nada superficial en esta búsqueda. La finalidad del bien común.
El ímpetu de lucha contra la opresión late en esos trazos entrecortados que podemos imitar en graffitis sobre paredes; stenciles en remeras, gorras, banderas y carteles; parches en mochilas; stickers en cuadernos y termos, tatuajes en el cuerpo. Producir un signo y convertirlo en símbolo de revolución, lucha y libertad.
Imitar su imágen como una invitación a imitar sus actos. Ser valiente es arriesgarse a pelear aún sabiendo que la victoria no es segura. Es realizar lo que parece imposible. Hacer tangible la utopía. Tener la capacidad de imaginar un mundo posible aunque no exista y luchar por él.
Salí a la calle y recordé una de sus frases: “Todos los días hay que luchar porque ese amor a la humanidad viviente se transforme en hechos concretos, en actos que sirvan de ejemplo, de movilización”, fue inspiradora para nuestra generación, la de los 90 y 2001 en adelante. También la vocación de entrega y despojo de todo lo individual en favor de lo colectivo sumado a la voluntad de poner el cuerpo en acción.
“El imperialismo norteamericano es culpable de agresión; sus crímenes son inmensos y repartidos por todo el orbe. ¡Ya lo sabemos, señores! Pero también son culpables los que en el momento de definición vacilaron en hacer de Vietnam parte inviolable del territorio socialista, corriendo, así, los riesgos de una guerra de alcance mundial, pero también obligando a una decisión a los imperialistas norteamericanos”, dice el Che en el “Mensaje a los pueblos del mundo a través de la Tricontinental”.
Dramáticamente actual, por el accionar de Estados Unidos, pero también por la crítica a la pasividad de ciertos sectores de la política en momentos claves de la historia de los pueblos. Si no avanzas, estén dadas o no las condiciones, los procesos no se estancan sino que retroceden dando vía libre al enemigo. Por eso, en estos tiempos en los que la humanidad parece no tener lógica, la quietud no es una opción.
Y sigue: “Las burguesías autóctonas han perdido toda su capacidad de oposición al imperialismo y solo forman su furgón de cola. No hay más cambios que hacer; o revolución socialista o caricatura de revolución”.
Construir alianzas continentales contra el imperialismo sigue siendo la tarea. Rusia, China, Irán, India están haciendo lo suyo. Su alianza estratégica es económica, política, energética, militar, pone en jaque la hegemonía de occidente y rompe con la unipolaridad.
El BRICS ampliado roza el 40% de su participación en el PBI mundial y representa alrededor del 46% de la población del planeta. Concentra el 45% de la producción de petróleo. Sus países tienen minerales necesarios como el hierro, el carbón, la bauxita y juegan un rol clave en la producción de alimentos.
Washington y Europa se dedican a organizar guerras para continuar la disputa política y económica por otros medios y arañar para no perder lo que les queda de hegemonía.
Justo cuando Argentina iba a unirse a los BRICS, no por casualidad, un tipo como Milei gana las elecciones y posiciona al país como colonia de los yankees, con un programa neoliberal de manual, un discurso que parece copiado del chat GPT y la promesa de allanar el camino para que el viejo proyecto conservador de la oligarquía siga su rumbo. Una vez más, habrá que atravesar un palo en sus ruedas.
Recuperar la obra y el espíritu revolucionario del Che es una invitación a pensar las luchas presentes y el porvenir bajo ciertas claves: 1) un horizonte socialista es posible; 2) el capitalismo hace sentir sus efectos sobre los pueblos pero no es un sistema que saltará por sí sólo una vez agotadas sus contradicciones, hay que hacerlo caer; 3) la alianza de los pueblos de América Latina contra el poder del Norte es estratégica como así también su incorporación a los BRICS para golpear con un sólo puño; 4) la humanidad tiene que luchan por salir del reino de la necesidad y entrar al de la libertad quebrando las cadenas de la enajenación y recuperando su existencia en comunidad.
“Crezcan como buenos revolucionarios”, escribió el Che en una carta dirigida a sus hijos en marzo de 1964. “Estudien mucho para poder dominar la técnica que permite dominar la naturaleza. Acuérdense que la Revolución es lo importante y que cada uno de nosotros, solo, no vale nada. Sobre todo, sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de un revolucionario”.
Es preciso soñar, imaginar otro mundo posible y actuar.
¡Llenemos el mundo de Guevaras!
Escribí este ensayo para el libro "Revolución, rebeldía y esperanza". A un día de su natalicio se los comparto.
Excelente!
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